22 de septiembre de 2010

Fringe Tercer acto


La segunda temporada (spoilers si no la has visto) se inició con Olivia sufriendo los efectos de la inercia, atravesando con violencia la luna de su parado coche. ¿Una metáfora de que los creadores habían decidido echar el freno de mano a la serie? Parece que sí. Tras un estupendo cliffhanger, con un zoom de salida sobre las Torres Gemelas, muchos espectadores se desanimaron un tanto al ver el esperado regreso. No se avanzaba apenas en la trama principal, y una estratagema de guión, la amnesia de Olivia, solo sirvió para introducir a un nuevo personaje, el psicólogo de bolera Sam Weiss.

Y es que Fringe es una serie algo esquizofrénica. Con un ‘lado CSI’ de policiaco clásico ‘procedural’, y otra parte ‘Weird Science’, con un científico loco, ciencia ficción pulp y delirantes ‘monsters of the week’. Aunar al sector mainstream, que da la masa crítica de audiencia, y al sector friki, que corona las obras ‘de culto’ que merecen resaltarse, no es tarea fácil. La primera mitad de la temporada los creadores descuidaron el lado friki, se perdió garra y locura  y sonaron algunas alarmas.

El ansiado choque entre los dos universos era dejado de lado, con ligeros escarceos que no saciaban lo suficiente. El arco argumental se rebozó con un nuevo villano infiltrado en ‘nuestro’ mundo, Newton, y se sazonó con una buena cantidad de suspense en torno a Peter ¿Cuánto tiempo tardaría en conocer su origen ‘alternativo’?
 No fue hasta superado el ecuador del año cuando la serie cogió nuevos bríos. El triángulo de culpa, inocencia y secretismo entre el trío protagonista se tensó aún más cuando Olivia descubrió la verdad sobre Peter. Es ‘Jacksonville’ (2x15) un magnífico episodio donde edificios urbanos se superponen, desaparecen y saltan de dimensión para traernos kafkianas referencias a ‘Dark City’.
A partir de ahí, en toda la recta final de la temporada, Fringe fue ganando ‘momentum’. Hasta los capítulos autoconclusivos alcanzaron cotas extraordinarias. ‘White tulip’ (Tulipán blanco, 2x18) tocó el tema de los viajes en el tiempo con una maestría excepcional. El duelo actoral entre Walter (John Noble) y Peck (Peter Weller) fue una cumbre, no solo de Fringe, si no de toda la pasada campaña televisiva en Estados Unidos. Quizás fuera nostalgia, pero ver esas dos caras arrugadas, frente a frente, enseñando con sinceridad sus cartas, erizó los pelillos de buena parte del fandom ‘cienciaficcionero’.
En 'Northwest passage' (2x21), episodio anterior a la dupla final, por otro lado,  los guionistas se quitaron el corsé de hierro ‘procedural’ y nos mostraron a Peter huyendo entre bosques, con ecos de Expediente X y su gris niebla de Vancouver. Un aire fresco que acabó abruptamente con un cliffhanger de impacto: ‘Walternate’ está aquí y quiere guerra.
Y llegó la traca final, dos episodios adrenalíticos, más pulperos que nunca y con un tono superheróico muy marcado. El ansiado viaje al otro lado, el encuentro de Peter con sus verdaderos padres, las versiones alternativas de los protagonistas, las pequeñas o grandes diferencias entre mundos…
La ‘finale’ dejó satisfechos a muchos porque aceleró la trama y dio la carnaza que se pedía. Ahora, ¿qué podemos esperar de esta tercera temporada que empieza ya? Desde que se descubrió el ‘otro universo’ mucha gente se pregunta ¿por qué solo dos y no más? ¿Cuantas Walters llegaremos a ver? ¿Y William Bell? ¿De donde vienen los Observadores? 
Parece ser que el 'scope' irá ampliándose. Los creadores insisten en que utilizarán los misterios para avanzar la trama y que ofrecerán respuestas que lleven a nuevas preguntas aún más profundas. Las primeras críticas de la nueva temporada ahondan en que se avanza de lo lindo en la trama, una buena noticia que parece alejar el temor a un nuevo freno de mano como el de la segunda. Se atisba un horizonte que nos puede proporcionar muy buenas horas de diversión. Disfrutemos del viaje.


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